Foucault y la ANT: actores-redes y dispositivos

Quería compartir con vosotros una reflexión sobre los parecidos entre la ANT y la geneología de Foucault.

Foucault sostenía que las instituciones no son los fundamentos fundantes del orden social sino más bien los medios operatorios del poder. Estudió las prisiones, las escuelas, los psiquiátricos  o los hospitales como si en su presente pudieran ser de otra manera, analizando minuciosamente las operaciones materiales que las sustentaban (ya fueran discursivas o no discursivas) y que les conferían su forma concreta.
“Ya no creo que la noción de institución sea muy satisfactoria. Según mi criterio, oculta cierta cantidad de peligros, porque a partir del momento en que se habla de institución se habla, en el fondo, a la vez de individuos y de colectividad, ya se descuenta la existencia del individuo, la colectividad y las reglas que los gobiernan y, por ende, se pueden meter ahí adentro todos los discursos psicológicos o sociológicos. (…) Lo importante (…) no son las regularidades institucionales, sino, mucho más, las disposiciones de poder, las redes, las corrientes, los relevos, los puntos de apoyo, las diferencias de potencial que caracterizan una forma de poder y que son creo, precisamente constitutivos a la vez del individuo y de la colectividad.” (Foucault, 2005, p. 16)

Pues bien, creo que Foucault y la ANT comparten algo esencial: una postura agnóstica frente a la tecnología, las instituciones, el espacio y los  sujetos. La Teoría del Actor-Red es una caja de herramientas, en el mismo sentido que Foucault definió su propio método. Se trata de un arsenal conceptual que permite abrir los objetos y mostrar sus continuidades y discontinuidades, es decir, su composición heterogénea. Esto se hace evidente en si comparamos sus respectivas herramientas conceptuales: la noción de actor-red en el caso de la ANT y la noción de dispositivo en el caso de Foucault.

Como dice Callon (1992), “[un actor-red] no es reducible ni a un simple actor ni a una red. (…) Un actor-red es, simultáneamente, un actor cuya actividad consiste en entrelazar elementos heterogéneos y una red que es capaz de redefinir y transformar aquello de lo que está hecha “ (Callon, 1992, p. 156).

Esta definición nos retrotrae a la genealogía del poder de Michel Foucault y su concepto de dispositivo. Dispositivo designa un modo de vinculación entre elementos heterogéneos.
“Es, en primer lugar, un conjunto resueltamente heterogéneo que incluye discursos, instituciones, instalaciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas, brevemente, lo dicho y también lo no-dicho, éstos son los elementos del dispositivo. El dispositivo mismo es la red que se establece entre estos elementos” (Foucault, 1985).

Y por otro lado, un dispositivo es un ejercicio de poder que trata de definir el funcionamiento de ese entramado así como la naturaleza de sus elementos. Es la inscripción de un plan. “El dispositivo tiene pues una función estratégica dominante…. El dispositivo está siempre inscripto en un juego de poder” (Foucault, et al., 1985). En este sentido, el dispositivo remite a un conjunto de micro-prácticas y materialidadades diseminados y al mismo tiempo a la generación de un diagrama inmanente que los selecciona y los dispone de un determinado modo –ver Deleuze (2004, pp. 12-13) .

Ambos conceptos son herramientas para pensar de forma no-esencialista, poniendo en primer plano la heterogeneidad y la performatividad. De hecho, Law (1994) declara abiertamente la deuda de la ANT con Foucault: “Una vez cada poco años me encuentro con que estoy leyendo un libro que va a marcar y dar forma a la manera en que practico la sociología. Vigilar y Castigar de Michel Foucault es uno de esos libros (…) sus lecciones acerca de la continuidad de estructura y agencia, la formación de agencia, la naturaleza material de lo social, y el carácter ubicuo del poder, han permanecido conmigo consistentemente desde entonces. Por ello el presente libro hubiera sido imposible sin los escritos de Foucault. Y, en particular, hubiera sido imposible sin sus análisis de lo que yo llamo modos de ordenar” (Law, 1994, p. 105). Ahora bien, me pregunto si tienen el mismo alcance y si sirven o pueden servir a propósitos semejantes tanto en lo político como en lo analítico…

7 comentarios en “Foucault y la ANT: actores-redes y dispositivos

  1. Hola Dani,
    Gracias por el post. Interesante recuperar esto. Creo que la vinculación Foucault-ANT como «cajas de herramientas» es muy fecunda pero ¿no tienes como la sensación de que no se ha profundizado suficientemente en ella? No sé si tú tienes algo de bibliografía al respecto que pudiera estar interesante revisar.

    Yo creo que pudiera tener dos factores:
    (1) el tema de los mercados intelectuales; parece como si la ANT fuera ahora ya un nuevo producto en el mercado de las ciencias sociales y, para poder distinguirse del mercado-Foucault, tanto en términos políticos como en sus usos, debiera romper vínculos con otros núcleos de reflexión intelectual.

    Creo que salvo ese texto de Law que citas (y algunas otras cosas de él), sólo he visto citar cosas de Foucault a Hennion en el capítulo que tiene con Gomart en «ANT and after», haciendo un uso bastante pobre de la idea de sujeción (entendida al modo negativo de «el poder nos domina»), o alguna referencia en el último libro de Latour en una nota a pie de página perdida, o quizá en algunos autores más alejados del «núcleo ANT» como Mike Michael, Steve Brown, etc.

    Lo que sí me viene más rápido a la memoria es cómo Nikolas Rose ha utilizado conceptos de la ANT para pensar en las formas contemporáneas de la gubernamentalidad y las microprácticas de gobierno.

    (2) la creciente factura metafísica, con la consiguiente esclerotización conceptual, de todo lo que toca a la ANT, cuyo exponente más claro es el último libro de Latour, que en muchos aspectos es más bien un escrito de cierre metafísico y de «venta» de conceptos al margen de referentes concretos de investigación.

    Abrazotes
    T

    • Gracias Tomás por los comentarios. De hecho, he encontrado alguna cosilla más al respecto. No hay nada como una buena aplicación para bucear entre los pdfs almacenados 😉

      Hay un autor que ha reflexionado críticamente sobre la relación entre ambas nociones y ha tratado de desarrollar herramientas analíticas a partir de ello. Se llama Andrew Barry y el libro en el que lo hace se titula Political Machines (muy recomendable).
      Pues bien, Michel Callon en una reseña sobre este libro trata de esclarecer algunas diferencias entre los conceptos de actor-red y dispositivo en Foucault. Lo curioso es que lo hace introduciendo el concepto deleuziano de agenciamiento. Según Callon, la noción de actor-red es similar a la de agenciamiento (que Barry matiza como agenciamiento socio-técnico) y se diferenciaría de la noción de dispositif de Foucault justamente en el tratamiento de la acción. Según Callon, la noción de dispositivo es más estática que la noción de actor-red o agenciamiento socio-técnico ya que ésta pone el acento en el hecho de que la acción es distribuida.

      Os dejo con la cita.

      «The first notion mobilized by the author is that of diagram. This concept, borrowed from the work of Gilles Deleuze, extends the notion of the ‘agencement socio-technique’. The socio-technical agencement is one of the central concepts of the anthropology of the sciences and technologies and, more particularly, of actor-network theory (ANT): describing a combination of human beings and technical devices that are caught in a dynamic configuration (the agencement acts), it emphasizes the composite and distributed character of all action and the impossibility of definitively separating humans from technologies. It is agencements that are primary and which give their meaning to categories such as States, markets, families or, more fundamentally, determine the relevance and significance of major divisions, such as those between humans and non- humans or between nature and culture. The notion of agencement is richer than that of dispositif (as defined by Michel Foucault), since it implies the idea of (distributed) action, whereas the dispositif is more static. The concept of diagram makes it possible to stress the variety of different configurations to which agencements can give rise.» (Callon, 2004: 122)

      Interesante no? Volvemos a la cuestión de la acción y al reto de pensarla de manera relacional y material. Seguramente hay más discusiones sobre los conceptos de dispositivo y agenciamiento.

      Salud!

  2. Vuestra reflexión acerca de los parecidos entre el concepto de actor-red y el de dispositivo me recuerda una discusión que leí en el libro Organizing Modernity de John Law. En la introducción, si mal no recuerdo, el autor aborda una discusión parecida, en este caso para detallar patrones o modos de ordenamiento social. Patrones o modos compuestos de prácticas, relaciones, materiales y elementos diversos. Patrones o modos que son diversos, que se sobreponen, se interfieren, se componen y/o se anulan.
    Así a lo bruto, el objetivo del libro, como sabéis, es el de cuestionar la idea misma de orden social, tan arraigada por otro lado en las ciencias sociales, “abrir la caja negra” de sus componentes y sustituir tota suposición por una desgranada y empírica descripción de las composiciones, funciones, tamaños y relaciones de, ahora ya en plural, los ordenamientos. Todo ordenamiento, el gerundio es importante, es dinámico, emergente, precario, contingente… inacabado. Nada que ver, pues, con esa idea del orden como algo subyacente, estable y coherente. El orden es un efecto, no una premisa. Aparece como resultante sincrónica de una disposición semiótica y material, como la transversal de un conjunto de relaciones y prácticas, precarias y heterogéneas, colectivas y asociadas. Un medio y al mismo tiempo una finalidad.
    Pues bien, en esta concepción es donde aparece la necesidad, la suya claro está, de buscar patrones, de describir canales, a partir de los cuales ver cómo ordenamos, a través de los que entender cómo somos ordenados. Patrones que sean específicos pero que a la vez tengan cierto eco o don de representatividad. Singulares pero a la vez compartidos. Microsociales, relacionales, pero a la vez con cierta constancia y presencia estructural. Law busca, así, un punto ciego, un punto medio que le alivie de las insatisfacciones que le producen ciertas tensiones recurrentes en el pensamiento social. Que le permita cimentar puntos de encuentro entre tradiciones que admira pero que a la vez le descontentan (básicamente: Análisis del discurso, ANT e Interaccionismo simbólico). Y es en esa búsqueda donde por un lado propone la idea de modo de ordenar, y por otro, entabla, relacionado con este concepto, una discusión que tiene cierto parecido con la que se planteaba en esta entrada.

    El modo de ordenar, nos dice, es una noción que incorpora, resigue especificidades, sin perderse pero en lo local como hacía el interaccionismo simbólico pues las integra en una idea de patrón, en un sobrepliegue de localidad con un sentido o con una íntima repetición en su devenir. Un patrón, pero, que no es tan hegemónico como los que busca el Análisis del Discurso, no tan antropocéntrico como estos, pues incorpora la heterogeneidad material. Así, los patrones de los que nos habla son colectivos, heterogéneos, locales pero también estratégicos, pues detentan cierta orientación, cierta lógica. Y allí es donde recupera ideas de Foucault (la idea de enunciado o de discurso, que podría ser parecida a la de dispositivo para este caso). Estos modos de ordenar, como los enunciados de la Arqueología, “are forms of strategic arranging that are intentional but not necessarily have a subject” (Foucault, 1981: 95). “Intentional but non-subjective. If in fact they are intelligible, this is not because they are the effect of another <> that explains them, but rather because they are imbuded through and through with calculation: there is no power that is exercised without a series of aims and objectives…” (Foucault, 1981: 94-95).
    A su vez, estos patrones, argumenta, se diferencian de las propuestas foucaultianas por el carácter más contingente, no tan histórico de la propuesta. Pues bien en esta doble crítica, creo, aparecen dos de las tensiones que rodean a estas nociones: por un lado, la limitación del actor-red para dar cuentas de las relaciones de poder, en términos claro está, de lógicas de poder, algo que por otro lado nos lleva a hablar de la duración y consolidación de ciertos actores-red, o macro-actores… de su “estructuralidad” o de su “historialidad” en las formas sociales. Por otra parte, nos lleva también a afrontar una de las limitaciones que la noción de diagrama pueda tener, y esa es justamente su vertiente más analítica, su capacidad para seguir de forma más contingente y praxeológica a los actores implicados en la composición permanente de lo social. Como Law reconoce, debería haber alguna forma de socavar ambas dificultades: “This is the intuition that is plausible to go out and look for fairly coherent and large scale ordering patterns in the networks fo the social. It is, in other words, plausible to look for orderings which (to the extent they are performed) generate, define, and interrelate elements in relatively coherent ways. And, in particular, is plausible to look for specific strategies of reflexivity and self reflexivity. This, then is what i have in mind when I think of modes of ordering” (Law, 1994: 107). No estoy tan segur pero si la noción de modo de ordenar es la solución…

    • Sin embargo, creo que la noción de «agenciamiento» en Deleuze contiene una cierta especificidad sobre dos aspectos (que pudiera ser también otro intento por reflexionar, como hace John Law, sobre cómo se mezclan discursos, habilidades, materias diferentes, etc. en la producción de órdenes).

      En cualquier lugar, vaya por delante, que considero que no entiendo el planteamiento de Deleuze como metafísica, sino más bien como «caja de herramientas» que puede ser útil para dar cuenta de planos u órdenes de composición de las ecologías humanas (y no como una cosmología).

      a) El hecho de «agencer» (asociar, juntar, reunir) en algún sentido es realizado o presenciado por un viviente.

      «Los devenires […] son actos que sólo pueden estar contenidos en una vida y que sólo pueden estar expresados en un estilo» (Deleuze y Parnet, 2004: 7).

      Esto no quiere decir que haya un viviente que domine o anime la materia, puesto que la consecución de un agenciamiento supone una atribución del papel que ocupan las diferentes partes en la asociación o empresa común (más sobre esto en una de las citas que os pongo al final).

      b) Siendo más específicos sobre el ámbito humano, me parece que se dibuja una distinción entre al menos dos órdenes de composición interpenetrados pero irreducibles el uno al otro: cuerpos (o estados de cosas; no necesariamente «cuerpos humanos» sino cualquier tipo de «cuerpo» en el sentido físico) y enunciados . La (in)estabilidad no sólo se da como efecto del modo en que se articulan cuerpos, sino también como un efecto de la (in)estabilidad de los enunciados existentes.

      Uno de mis problemas con esto es que no sé si esta distinción entre «cuerpos» y «enunciados» es muy fina o muy interesante…

      Os dejo un par de citas del libro «Diálogos» escrito por Gilles Deleuze y Claire Parnet por si pudieran arrojar luz sobre esto:

      «¿Cómo negar al agenciamiento el nombre que le corresponde: ‘deseo’? […] deseo […] es el conjunto de afectos que se transforman y circulan en un agenciamiento simbiótico definido por el co-funcionamiento de sus partes heterogéneas.
      Lo primero que hay en un agenciamiento es algo así como dos caras o dos cabezas cuando menos. Estados de cosas, estados de cuerpos: los cuerpos se penetran, se mezclan, se transmiten afectos; pero también enunciados, regímenes de enunciados: los signos se organizan de una nueva forma, aparecen nuevas formulaciones, un nuevo estilo para nuevos gestos […] Los enunciados no son ideología. No hay ideología. Los enunciados, al igual que los estados de cosas, son piezas y engranajes del agenciamiento. En un agenciamiento no hay infraestructura ni superestructura […] Los enunciados no se contentan con describir los estados de cosas correspondientes, sino que son más bien como dos formalizaciones no paralelas, formalización de expresión y formalización de contenido, de tal forma que nunca se dice lo que se hace, nunca se hace lo que se dice, sin que por ello se mienta […] lo único que uno hace es agenciar signos y cuerpos como piezas heterogéneas de la misma máquina. La única unidad procede de una misma y única función, un mismo y único “furtivo” es el sentido […] del enunciado y el atributo del estado corporal: un acontecimiento que se estira o se contrae, un devenir en infinitivo. ¿Feudalizar? Un agenciamiento es siempre e indisolublemente agenciamiento maquínico de efectuación [interpenetración de cuerpos y sus posibilidades por la simbiosis – afectos colectivos] y agenciamiento colectivo de enunciación [régimen de enunciados]. En la enunciación, en la producción de enunciados, no hay sujeto, siempre hay agentes colectivos; en el contenido del enunciado nunca se encontrarán objetos, sino estados maquínicos» (Deleuze y Parnet, 2004: 80-81).

      «[…] se plantea la objeción de que la máquina remite a la unidad de un maquinista. Pero eso no es cierto: el maquinista está presente en la máquina, “en el centro de gravedad”, o más bien de celeridad, que la recorre. […] de poco sirve decir que ciertos movimientos son imposibles para la máquina, puesto que si la máquina realiza esos movimientos es precisamente porque una de sus piezas es un hombre […]
      Un gesto venido de Oriente es una máquina asiática. La máquina es un conjunto de vecindad hombre-herramienta-animal-cosa, pero es anterior con respecto a ellos, puesto que es la línea abstracta que los atraviesa y los hace funcionar juntos. […] La máquina, en su exigencia de heterogeneidad de vecindades, desborda las estructuras con sus condiciones de mínima homogeneidad. Siempre hay una máquina social que es anterior respecto a los hombres y a los animales que incluye en su ‘phylum’.
      La historia de las técnicas muestra que una herramienta no es nada al margen del agenciamiento maquínico variable que le da tal o tal relación de vecindad con el hombre, los animales y las cosas […] el estribo no es el mismo instrumento según que esté relacionado con una máquina de guerra nómada o incluido en la máquina feudal. Es la máquina la que hace que la herramienta, y no a la inversa. Una línea evolutiva que fuera del hombre al instrumento, del instrumento a la máquina técnica, es puramente imaginaria. La máquina es fundamentalmente social y anterior con relación a las estructuras que atraviesa, a los hombres que distribuye, a las herramientas que selecciona, a las técnicas que promueve» (Deleuze y Parnet, 2004: 118).

      Por lo que me parece interesante esto no sé si es por esta distinción entre planos (como os digo no es algo sobre lo que tenga una opinión muy formada, aunque me chirría ligeramente), sino porque me parece que permite pensar en un gradiente de formas de estabilidad o permanencia sobre estos «patterns» u «modos de ordenar» pensando en estos dos planos como algo irreductible el uno al otro a la vez que de forma conectada.

      Ambos planos tienen su propio gradiente de (in)estabilidad. En el plano de los enunciados tenemos formaciones que pudieran ir desde la volatilidad de una conversación hasta la conformación de enunciados históricamente más estables; en el plano de los estados de cosas también tenemos diferentes formas de estabilidad de las junciones de cuerpos, desde una asociación inestable hasta algo muy permanente.

      Una posible aplicación de esto (en una forma simplificada y amañada, lo reconozco) pudiera emplearse para hacer un análisis de cualquier proceso de diseño (un asunto que a mí me preocupa especialmente). Por ejemplo, se diseña un artefacto (pensemos en la primera «botella de agua» comercial) con la intención de que sirva para un determinado uso y se publicita a ese efecto, mezclando el modo de empleo concreto con otros discursos: pudiera permitir acceder a la ingesta de agua en unas condiciones higiénicas. Pero el diseño del artefacto y el modo (o modos) de uso canónico son irreducibles el uno al otro. Me explico: el diseño puede servir a otros propósitos (en lugar de como receptáculo para beber se emplea para jugar en el patio de un colegio dándole patadas). A la vez el discurso de la higiene (si es que hay un único discurso presente en algo tan aparentemente sencillo como la comercialización de una botella de agua) a su vez sufre mutaciones.

      La articulación de estados de cosas y enunciados es históricamente contingente y conforma órdenes de estabilidad variable.

      Entiendo que Deleuze intenta hacer algo parecido a esto (o al menos así lo reintrepreto yo) en su retraducción del «Vigilar y Castigar» en su libro «Foucault», separando la cárcel como composición espacial (que a su vez tiene que ver con una nueva forma de visibilizar el crimen) del régimen de enunciados del delito, pero a la vez analizando cómo se relacionan en un determinado momento histórico y cómo cambian correlativamente.

      A ver qué os parece…

  3. Me parece sumamente interesante el post dedicado a comparar las similitudes entre la noción de dispositivo y actor-red. Entre otras cosas, permite constatar la deuda que autores como Bruno Latour y John Law tienen con la obra Foucaultiana. Además, me parece también muy sugerente el intento de contrastar la idea de actor-red con la de diagrama o agenciamiento en Deleuze o incluso comparar la idea de dispositivo con la de diagrama y, a su vez, con la de actor-red, etc. No obstante, todas estas comparaciones me procovan cierta reserva. En el sentido de que tal vez estemos comparando lo que no es comparable. Y esto no es una afirmación, expresa simplemente una duda.
    Curiosamente, el último comentario de esta discusión arranca con este enunciado: «la noción de “agenciamiento” en Deleuze contiene una cierta especificidad sobre dos aspectos» Y, efectivamente, la expresión «cierta especificidad» es el quid de la cuestión. Cada uno de los conceptos que nos ocupa se pensó con una carga de especificidad y atendiendo a una serie de problemáticas que hace difíciles su comparación.
    Por ejemplo, entre la noción de dispositivo y la de actor-red se levantan tres grandes diferencias: una tiene que ver con la historia, otra con el poder y otra con el acontecimiento (estoy a punto de colgar un post comentándolas con cierto detalle, por tanto no me extenderé sobre las mismas y dejaré abierto el suspenso).
    O también conviene recordar que la noción de dispositivo en Foucault no se puede comparar con la de diagrama o agenciamiento en Deleuze por una sencilla razón: mientras que la primera es un concepto de campaña, de trabajo. Las nociones de diagrama y agenciamiento forman parte de una elaboración conceptual mucho más fina y articulada. Y, dicho sea de paso, no es posible hablar de agenciamiento sin hablar de diagrama, ambos conceptos forman una díada inseparable: todo agenciamiento remite a un diagrama y todo diagrama da cuenta de tipos de agenciamientos.
    Por tanto, comparar la noción de dispositivo con el complejo diagrama-agenciamiento me parece forzar un poco el plano de similitud. Pero también entiendo que esos ejercicios de fuerza son los que permiten aclarar ideas y que surjan nuevas nociones…
    En definitiva, que no sé…

  4. La expresión ‘postura agnóstica’ me ha llamado mucho la atención. Así que, dando por sentado, tal vez erróneamente, que sé lo que es una postura, decidí indagar un poco sobre el significado de la segunda palabra. Según su origen griego, ἄγνωστος es, literalmente, lo ignoto, es decir, lo desconocido. Contrariamente a lo que pudiera esperarse, la doctrina que se deriva de esta palabra –el agnosticismo– no es aficionada a los misterios, sino que declara abiertamente que no hay que perder el tiempo tratando de hallarle explicaciones. Dicho de otra manera, si no se tiene a mano o se lo puede demostrar racionalmente, entonces no pertenece al ámbito del conocimiento plausible. En este sentido, todo aquello que tenga visos de metafísico o trascendental, como Dios y demás seres espirituales, el agnóstico más que rechazarlo lo considera inaccesible al saber, lo hace a un lado y se dedica a otras cosas epistemológicamente más concretas. El agnóstico es capaz de decir ‘como no puedo saber qué o quién es Jehová, es mejor pensar en cómo hacer un puente para cruzar un río cuyo caudal no admite vados.’
    Ahora bien, afirmar que Latour adopta una actitud agnóstica me genera cierta inquietud. Por ejemplo, en la página 22, §3, de Politcs of Nature Latour, sorpresivamente, cita a medias un versículo de la Biblia: Mateo 21:42: «It was the stone rejected by the builders that became the keystone» [Fue la piedra rechazada por los constructores la que devino piedra angular], aunque algunas traducciones del Nuevo Testamento difieren un poco en estilo pero no en sentido: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular o La piedra que desecharon los edificadores, ha venido a ser cabeza del ángulo. En todo caso, lo que despierta mi curiosidad es el resto del versículo, al cual, sin duda, el argumento de Latour está misteriosamente conectado. Intentaré en adelante ver un poco entre los pliegues de este pliegue.
    En primer lugar, y aun cuando la autoría de Mateo como testigo de lo que narra ha sido puesta en entredicho por los exégetas, es decir, afirman que el libro fue escrito por varias manos en distintos momentos, si nos atenemos al sujeto del enunciado formal y no al sujeto del enunciado sociohistórico, esas palabras fueron pronunciadas por el mismísimo Jesucristo, y sus destinatarios directos eran los Fariseos. He aquí, pues, el texto completo y los dos versículos que le siguen:
    21:42 Jesús agregó: «¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos?
    21:43 Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos».
    21:44 [El que caiga sobre esta piedra quedará despedazado, y sobre quien ella caiga será aplastado].
    La inserción del fragmento bíblico resulta, a primera vista, inocua. Uno la ve como un uso estándar de una de las figuras retóricas más populares, el símil, y puede no despertar sospecha alguna:
    Political ecology is incapable of integrating the entire set of its localized and particular actions into an overall hierarchical program, and it has never sought to do so. This ignorance of the totatility is precisely what saves it, because it can never array little humans and great ozone layers, or little elephants and medium-sized ostriches, in a single hierarchy. The smallest can become the largest. “It was the stone rejected by the builders that became the keystone” (Matt. 21:42) (Latour, 2004, p. 22)
    No obstante, cuando nos conectamos con el Evangelio por la vía de la cita, las cosas cambian; se re-ensamblan. De una manera muy sutil y usando imágenes muy actuales (v.g, la capa de ozono), Latour traduce, a su manera, la serie de parábolas elaboradas por Jesucristo para hacer entender a los Fariseos que Dios preferirá a los excluidos a la hora de construir el edificio de la Fe, y éstos, que fueron aplastados por los poderosos y los incrédulos, serán a su vez quienes, en el momento propicio, aplasten. La ecología política, desde la perspectiva de Latour, encuentra su poder precisamente en su condición de marginalidad real, pues en el momento que la Providencia lo decida gobernará sobre todo lo demás. Será la piedra angular de la relación entre los seres humanos y la naturaleza; aplastará a los que siempre han creído en el Mito de la Caverna y en la separación entre naturaleza y sociedad.
    Con una sonrisa me atrevo a conjeturar que en su texto Latour y Jesús son intercambiables, o , mejor dicho, están íntimamente relacionados. Tomemos por caso su noción de política. Para Latour este término designa la composición progresiva del mundo común (2004, p. 18), y mundo común significa el resultado provisional de la unificación progresiva de las realidades externas. El mundo, aclara el autor, no es lo dado, sino lo que debe obtenerse mediante el debido proceso [through due process]. Dicho de otra manera, antes de hablar de mundo es necesario pasar muy lentamente por una serie de fases que hacen posible el mundo. Tomar prestada la noción de debido proceso del ámbito jurídico no es gratuito. El ritmo con el que opera la Ley cuando se apega a las leyes, es el ritmo de la política que se orienta a la consecución del mundo tal como lo concibe Latour. Cabe decir que se trata de un visión estrictamente trascendental. De hecho, siguiendo su afición por la etimología, Latour establece una afinidad directa entre política, mundo y cosmos, donde cosmos significa armonía. El mundo común, el mundo que vendrá, es bueno y armónico, en el sentido de que todo en él habrá de combinarse y ajustarse; cosa que el mismo Latour denomina pluriverso.
    No es difícil rastrear las conexiones entre estas ideas y la idea de tierra prometida, paraíso, cielo, etc., y, también, la idea del recto proceder. Aunque la conexión más tentadora, el pliegue maestro de esta especie de origami argumentativo, se resume en la palabra católico que en su origen significa universal, y que a su vez significa “que comprende o es común a todos”. En ese pliegue se pliegan tanto el pluriverso latouriano como el Reino de Dios cristiano.

  5. Una aportación interesante. De hecho el propio Latour no creo que niegue su filiación cristiana, y más concretamente católica (aunque suele ser bastante ambivalente sobre estos temas). Si no me columpio demasiado su tesis doctoral la hizo sobre Charles Péguy (filósofo y teólogo católico) y su noción de historia, y de hecho sigue bastante interesado por los debates teológicos, como atestigua su Jubiler, ou les tourments de la parole religieuse .

    Al hilo de lo que comentabas y siendo pretendidamente polémico con respecto a la propuesta megalomaníaca de Latour en «Politics of Nature» -nada menos que una nueva constitución o pacto, al más puro estilo de John Locke- recordaba el último libro de Agamben («El Reino y La Gloria») en el que intenta trazar una vinculación genealógica entre los modos de organización cristiana (teología económica) y la economía política. Sin embargo, quizá es forzar la máquina…

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